SE LLAMA INVASIÓN Y YA HACE TIEMPO QUE EMPEZÓ
PROBANDO...PROBANDO... LOS INMIGRANTES.
José María Carrascal.
¿Qué puede hacerse?
Crear en aquellos países las condiciones pertinentes para que los nativos no tengan que emigrar.
Con todo su bestial exhibicionismo, su carencia absoluta de
sentimiento humano y su obsceno uso de la religión como coartada para
dar rienda suelta de los peores instintos, no es eso lo que más me
preocupa del problema de los refugiados. Me entristecen como al que más
los ataques que esos lobos solitarios o en pequeñas manadas lanzan
contra personas que, por lo general, les han acogido con generosidad y
altruismo. Pero no es lo que más me preocupa. Individuos desequilibrados
existen en todos los colectivos, como delincuentes que esconden sus
ansias asesinas tras cualquier excusa social, económica o religiosa.
Tenemos que vivir con ello, como vivimos con la violencia machista,
aunque, eso sí, hay que combatirla con todas las armas de la ley y la
justicia. Pero a mí, más que las víctimas esporádicas de esos
desalmados, lo que me preocupan son los 2.500 refugiados diarios que
llegan a las costas de Sicilia desde Libia, en todo tipo de
embarcaciones. Multiplíquenlos por 365 días que tiene el año y se
encontrarán con una auténtica invasión. África, el Oriente Medio y buena
parte del subcontinente asiático se están desplomando sobre Europa. Y
Europa, por mucha buena voluntad y recursos que tenga, no puede con
semejante peso.
Pero seguirán llegando porque esas gentes vivirán siempre mejor y más
seguras bajo un puente en París, en una estación alemana o en una plaza
holandesa que en la aldea o ciudad donde han nacido. Se han puesto en
marcha y su número no hará más que aumentar. Como los problemas que
ellos y los países que les acojan tengan. Incluso Alemania, con todo su
potencial, está llegando al límite. No hablo de los demás.
¿Qué puede hacerse? Sólo existe una salida: atacar el problema en su
origen. Pero no me estoy refiriendo a pagar a unos líderes locales
corruptos para que impidan salir a sus ciudadanos. Eso es una chapuza.
Me refiero a crear en aquellos países las condiciones pertinentes para
que los nativos no tengan que emigrar. Un trabajo de Hércules que
significaría el regreso de las potencias coloniales a sus excolonias, no
para llevarse sus riquezas como hicieron, sino para crear una
administración, unas infraestructuras, una agricultura, una industria,
unas fuerzas de orden. ¿Qué gobierno europeo puede permitirse hoy ese
lujo? Ninguno.
Pero, repito, es la única salida: una recolonización positiva. Y como
no somos capaces de ella, tendremos que acostumbrarnos a esta invasión
pacífica de Europa, que cada cual afronta como puede. Los italianos lo
han resuelto montando a los que llegan en un tren, que los dejará en su
frontera norte. Pero eso tampoco lo soluciona, sólo arroja el problema a
los vecinos.
Al describir la magnitud del mismo no puedo dejar de rendir homenaje a
los únicos héroes de este drama: los médicos, ingenieros, maestros,
misioneros, monjas y demás voluntarios que, de forma gratuita, están
enseñando a aquellas gentes a vivir en sus países contra la naturaleza y
la barbarie. Personas así nos reconcilian con la especie humana.
EUROPA no es libre, porque la libertad comienza con decir la verdad. En Europa hoy está prohibido decir la verdad. Y un bozal es un bozal aunque sea de seda. Esta prohibido decir que hoy no somos testigos de la llegada de refugiados, sino de una amenaza a Europa por la migración masiva. Esta prohibido decir que decenas de millones están preparados para ponerse en ese camino. Esta prohibido decir que esa inmigración trae crimen y terrorismo a nuestros país.
Prohibido decir que las masas de gentes que vienen de otras civilizaciones suponen una amenaza a nuestra forma de vida, a nuestra cultura, costumbres y tradiciones cristianas. Está prohibido decir que aquellos que ya llegaron antes en vez de integrarse, crearon mundos propios, con sus propias leyes e ideales, que están rompiendo las estructuras milenarias de Europa. Esta prohibido decir que esto no es accidental ni una serie de consecuencias no intencionadas, sino una campaña preparada y orquestada para enviar hacia acá una inmensa masa de gentes.
Los pueblos de Europa parecen por fin entender que está en juego su futuro: no solo su prosperidad, su bienestar y sus empleos, sino su propia seguridad y el orden pacífico de sus vidas. Los pueblos de Europa que han estado aturdidos en abundancia y prosperidad han entendido que los principios de vida sobre los que construimos Europa están en peligro de muerte. Europa es una comunidad de naciones cristianas, libres e independientes; con igualdad entre hombres y mujeres, justa competencia y solidaridad, orgullo y humildad, justicia y misericordia. El principal peligro no nos llega de quienes quieren venir sino de los fanáticos del internacionalismo en Bruselas. No permitiremos a Bruselas ponerse por encima de la ley. No vamos a permitir que nos imponga el fruto amargo de su política de inmigración. No vamos a importar a Hungría el crimen, terrorismo, homofobia y antisemitismo quema-sinagogas. Aquí no habrá barrios fuera de la ley, ni disturbios de inmigrantes ni bandas cazando a nuestras mujeres y hermanas. No vamos a tolerar que nos digan a quién tenemos que aceptar en nuestro hogar y nuestra patria, con quién hemos de vivir y compartir nuestro país».
EUROPA no es libre, porque la libertad comienza con decir la verdad. En Europa hoy está prohibido decir la verdad. Y un bozal es un bozal aunque sea de seda. Esta prohibido decir que hoy no somos testigos de la llegada de refugiados, sino de una amenaza a Europa por la migración masiva. Esta prohibido decir que decenas de millones están preparados para ponerse en ese camino. Esta prohibido decir que esa inmigración trae crimen y terrorismo a nuestros país.
Prohibido decir que las masas de gentes que vienen de otras civilizaciones suponen una amenaza a nuestra forma de vida, a nuestra cultura, costumbres y tradiciones cristianas. Está prohibido decir que aquellos que ya llegaron antes en vez de integrarse, crearon mundos propios, con sus propias leyes e ideales, que están rompiendo las estructuras milenarias de Europa. Esta prohibido decir que esto no es accidental ni una serie de consecuencias no intencionadas, sino una campaña preparada y orquestada para enviar hacia acá una inmensa masa de gentes.
Los pueblos de Europa parecen por fin entender que está en juego su futuro: no solo su prosperidad, su bienestar y sus empleos, sino su propia seguridad y el orden pacífico de sus vidas. Los pueblos de Europa que han estado aturdidos en abundancia y prosperidad han entendido que los principios de vida sobre los que construimos Europa están en peligro de muerte. Europa es una comunidad de naciones cristianas, libres e independientes; con igualdad entre hombres y mujeres, justa competencia y solidaridad, orgullo y humildad, justicia y misericordia. El principal peligro no nos llega de quienes quieren venir sino de los fanáticos del internacionalismo en Bruselas. No permitiremos a Bruselas ponerse por encima de la ley. No vamos a permitir que nos imponga el fruto amargo de su política de inmigración. No vamos a importar a Hungría el crimen, terrorismo, homofobia y antisemitismo quema-sinagogas. Aquí no habrá barrios fuera de la ley, ni disturbios de inmigrantes ni bandas cazando a nuestras mujeres y hermanas. No vamos a tolerar que nos digan a quién tenemos que aceptar en nuestro hogar y nuestra patria, con quién hemos de vivir y compartir nuestro país».