CAMBIO MI ESPADA POR LA PLUMA

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lunes, 17 de febrero de 2014

COLUMNA FEBRERO 2014



LAS NUEVE Y VEINTIUNO

En la plaza de Utrera se sirven 1.764 cafés, 741 tostadas, 1.038 cervecitas y 811 tapas de media a diario. También se venden 1.798 cupones, 1.907 cajetillas de tabaco mas 89 cigarrillos sueltos, 465 helados y 2 millones de lo que sea. Todo ello a la misma hora. ¿Cómo? Increíble pero cierto. El bullicio y la reactivación de esta zona es una maravilla si nos acordamos de hace dos o tres décadas. Ahora es centro neurálgico de diversión y ocio, referencia útil de  vecinos y foráneos, punto de encuentro y reunión de miles de personas que caminan, se saludan, paran y conversan. Pues bien, la preciosa Plaza del Altozano tiene un reloj feísimo desairado del que ya alguien tendría que haberse ocupado de jubilar. Si en su día pretendió ser un elemento ornamental, hace tiempo que resulta espantoso, pues lleva 50 años afeando la estética de la plaza y no creo yo que sea muy costoso reemplazarlo por otro más bonito. En los años que lleva averiado podrían calcularse un millón de miradas que encuentran la misma mentira: las nueve y veintiuno. A la hora del receso laboral, el almuerzo en toda Europa, el vermut o aperitivo en el resto de España, aquí oímos el grito de... "¿Cómo la quiere...de mollete, viena, andaluza, bollo o integral?" sí, sí... de la parte de abajo, con jamón, zumo de naranja y dos euros de churros. Los comerciales que visitan Utrera, alucinan con nuestra idiosincrasia, talante y ritmo. Dicen que somos especiales y desentonamos.


En esta Utrera de cuenta atrás para el gran día, de campanarios de campanas, calendarios cofrades, de días señalaitos en rojo en el almanaque, de cuentas de rosario, de fiestas programadas, de siesta cronometrada e inviolable, de miradas al cielo y preguntas para atisbar el otro tiempo venidero, el climatológico de si sales o no sales... las secuencias son siempre las mismas. Y es que el buen tiempo es una herramienta útil porque orienta el ritmo de tus quehaceres, pero el malo justifica la inoperancia, merma voluntades y  sirve de excusa  para que te quedes en casa. Mañana será otro día... sí, sí, pero seguirán siendo las nueve y veintiuno, de día y de noche. El tiempo del reloj es el que marca la hora, el cielo y el almanaque las idas y venidas, nuestras pequeñas excursiones y hasta los achaques. La sociedad utrerana se ha contagiado de esta falta de orientación y nos hemos quedado parados como ese reloj que disgusta en la plaza, sin perspectivas de reactivación para que algún día nos marque la realidad, pues nuestra mentalidad confort nos anquilosa en el pasado y nos priva de prever, imaginar o adivinar el futuro.  "Por lo menos, éste da la hora exacta dos veces al día, si fuera digital solo la daría una. Además sería un lío entender las 21,21h. Así no te das cuenta de que llevas dos horas sentado con un café". Mientras, los polígonos industriales crecen en otros pueblos, los trenes emprendedores pasan y huyen para no volver, las oportunidades se pierden por falta de interés e incompetencia o apatía burocrática, los demás nos ganan porque tienen más ganas, nos quedamos rezagados en la carrera de la prosperidad y llegamos tarde, sin opciones y ya vencidos a todas las convocatorias. La puntualidad no es posible y los compromisos se incumplen si creemos que siempre son las nueve y veintiuno, de día y de noche. ¿Será por eso que todavía hay gente despertando y desayunando tostadas y churros al solecito a la una de la tarde? ¿Por eso cojeamos como quejicas y  llegamos siempre tarde a todo?


A decir verdad, esto de la utilidad e importancia de un  reloj me la refinfanfinfla. Como si lo sustituyen por una campana o un cascabel. Solo me molesta verlo a diario, desubicado cual pseudoatalaya chivata del ritmo de nuestros latidos... tan feo, descolocado, parado e inservible.
Javier Pérez Gálvez  

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