LAS NUEVE
Y VEINTIUNO
En la plaza de Utrera se sirven
1.764 cafés, 741 tostadas, 1.038 cervecitas y 811 tapas de media a diario.
También se venden 1.798 cupones, 1.907 cajetillas de tabaco mas 89 cigarrillos
sueltos, 465 helados y 2 millones de lo que sea. Todo ello a la misma hora.
¿Cómo? Increíble pero cierto. El bullicio y la reactivación de esta zona es una
maravilla si nos acordamos de hace dos o tres décadas. Ahora es centro neurálgico
de diversión y ocio, referencia útil de vecinos y foráneos, punto de encuentro y
reunión de miles de personas que caminan, se saludan, paran y conversan. Pues
bien, la preciosa Plaza del Altozano tiene un reloj feísimo desairado del que
ya alguien tendría que haberse ocupado de jubilar. Si en su día pretendió ser
un elemento ornamental, hace tiempo que resulta espantoso, pues lleva 50 años
afeando la estética de la plaza y no creo yo que sea muy costoso reemplazarlo
por otro más bonito. En los años que lleva averiado podrían calcularse un
millón de miradas que encuentran la misma mentira: las nueve y veintiuno. A la hora del receso laboral, el almuerzo en
toda Europa, el vermut o aperitivo en el resto de España, aquí oímos el grito
de... "¿Cómo la quiere...de mollete, viena, andaluza, bollo o
integral?" sí, sí... de la parte de abajo, con jamón, zumo de naranja y
dos euros de churros. Los comerciales que visitan Utrera, alucinan con nuestra
idiosincrasia, talante y ritmo. Dicen que somos especiales y desentonamos.
En esta Utrera de cuenta atrás
para el gran día, de campanarios de campanas, calendarios cofrades, de días
señalaitos en rojo en el almanaque, de cuentas de rosario, de fiestas
programadas, de siesta cronometrada e inviolable, de miradas al cielo y
preguntas para atisbar el otro tiempo venidero, el climatológico de si sales o
no sales... las secuencias son siempre las mismas. Y es que el buen tiempo es una
herramienta útil porque orienta el ritmo de tus quehaceres, pero el malo
justifica la inoperancia, merma voluntades y
sirve de excusa para que te quedes
en casa. Mañana será otro día... sí, sí, pero seguirán siendo las nueve y veintiuno, de día y de noche. El tiempo del reloj es el que
marca la hora, el cielo y el almanaque las idas y venidas, nuestras pequeñas
excursiones y hasta los achaques. La sociedad utrerana se ha contagiado de esta
falta de orientación y nos hemos quedado parados como ese reloj que disgusta en
la plaza, sin perspectivas de reactivación para que algún día nos marque la
realidad, pues nuestra mentalidad confort nos anquilosa en el pasado y nos
priva de prever, imaginar o adivinar el futuro. "Por lo menos, éste da la hora exacta dos
veces al día, si fuera digital solo la daría una. Además sería un lío entender
las 21,21h. Así no te das cuenta de que llevas dos horas sentado con un
café". Mientras, los polígonos industriales crecen en otros pueblos, los
trenes emprendedores pasan y huyen para no volver, las oportunidades se pierden
por falta de interés e incompetencia o apatía burocrática, los demás nos ganan
porque tienen más ganas, nos quedamos rezagados en la carrera de la prosperidad
y llegamos tarde, sin opciones y ya vencidos a todas las convocatorias. La
puntualidad no es posible y los compromisos se incumplen si creemos que siempre
son las nueve y veintiuno, de día y
de noche. ¿Será por eso que todavía hay gente despertando y desayunando
tostadas y churros al solecito a la una de la tarde? ¿Por eso cojeamos como
quejicas y llegamos siempre tarde a
todo?
A decir verdad, esto de la
utilidad e importancia de un reloj me la
refinfanfinfla. Como si lo sustituyen por una campana o un cascabel. Solo me
molesta verlo a diario, desubicado cual pseudoatalaya chivata del ritmo de nuestros
latidos... tan feo, descolocado, parado e inservible.
Javier
Pérez Gálvez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
UTILIZA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN CON EDUCACIÓN Y HAZ TU COMENTARIO.