¿Por dónde empezar?
¿Por los días o por las noches de Verano?
¿Por los días o por las noches de Verano?
Han sido tantas las vivencias y emociones que hemos
compartido todos los hermanos, son tantos los recuerdos de adolescentes, hay
tanta afinidad con este particular pueblo, disfrutamos de tantos momentos
memorables, sufrí tanto la soledad y los indeseados paseos requetevistos por
ese paseo marítimo único, han sido tantas las decepciones para volverte a casa
antes de la hora...
Empezamos los veraneos en la calle General Mola, la calle
del Castillito, en un almacén de la Abuela Mercedes la del Lazo. Esta casa
lindaba a un lado con una cooperativa vitivinícola y al otro con un taller
donde reciclaban coches para ponerlos a circular roneando y sobreexponiéndolos como
buggies macarrillas ... ja, ja , eran otros tiempos. Nos duchábamos con una
manguera que escupía agua fría, dormíamos amontonados con colchones en el suelo,
comíamos por turnos, acogíamos amigos y viajeros varios, cantábamos por Triana, Silvio,
Pata Negra, Lole y Manuel, e Hilario Camacho... entonces aún éramos 8 hermanos... quise decir estábamos.
La rutina diaria estaba programada desde el desayuno, después de mi padre haber ido a la plaza de abastos y traerse un papelón de churros. Las tortas de aceite y las de polvorón, galletas de todo tipo, magdalenas, sobaos y los cortadillos de cidra nunca nos faltaron. Estaba todo en un cajón con un tapete de cuadros. Luego, todos a la playa, una primera avanzadilla con la mitad del mobiliario para plantar la sombrilla y luego el resto de la compañía completando el decorado. Mi madre se quedaba recogiendo y planteando la comida y mas tarde bajaba con su felpa después de haber echado una peonada. Cremita por aquí, y Moscatel por aca. Todos los días subíamos a por un litro de blanco y otro de negro fresquito con sus vasitos de plástico. Y quizás unas patatas fritas, no mas.Tocábamos a vasito y medio antes de darnos el último baño. Almorzábamos en casa siempre. Así que a recoger los bartulos y en fila india, encendidos y cargados, volvíamos por el mismo camino a recorrer los mismos 396'5 metros que separaban nuestra casa de la tercera escalera de la Cruz del Mar y al reves, una y otra vez, los 30 días que tenía el mes. Porque en Chipiona los meses tienen 30 días... no lo explicaré.
Llegábamos tostados cual batalla hubiéramos ganado deseando darnos la ducha con la manguera regeneradora, la que escupía agua fría. A mi padre le gusta una manguera demasiado. Tanto como la impresión del que chilla ante el baño y la cara desencajada del que espera el mismo trato. Ya fresquitos, medio en cuerichi y liberados de la arenilla del culo y el salitre... se acercaba el mejor momento del día. 12 o 14 personas juntas revoltosas esperando la comida. Llégate por el pan, colgad los bañadores, a recoger el cuarto, quita la tele (teníamos tele) y no chilleis mas. Anda, poneros a cantar que aun queda un poco para el segundo turno.Que sería de nuestros veranos sin guitarra, primos, la moto del tio Juanito y muchos pies descalzos...
La embajada de Utrera siempre estaba abierta para dar comida y cama. Por
ello nuestra casa fué posada para todo tipo de amigos, amigos de
nuestros amigos y algún que otro ligue clandestino. Lo mejor era cuando
mi hermana traía a sus amigas o el mayor a su novia. Venga bikini para
arriba y para abajo.
Teníamos una guitarra que siempre estaba en el cuarto de baño y que luego paseábamos hasta el espigón, al menos yo, para relamerme con mis soledades y quebrantos. Con Hilario Camacho.
La rutina diaria estaba programada desde el desayuno, después de mi padre haber ido a la plaza de abastos y traerse un papelón de churros. Las tortas de aceite y las de polvorón, galletas de todo tipo, magdalenas, sobaos y los cortadillos de cidra nunca nos faltaron. Estaba todo en un cajón con un tapete de cuadros. Luego, todos a la playa, una primera avanzadilla con la mitad del mobiliario para plantar la sombrilla y luego el resto de la compañía completando el decorado. Mi madre se quedaba recogiendo y planteando la comida y mas tarde bajaba con su felpa después de haber echado una peonada. Cremita por aquí, y Moscatel por aca. Todos los días subíamos a por un litro de blanco y otro de negro fresquito con sus vasitos de plástico. Y quizás unas patatas fritas, no mas.Tocábamos a vasito y medio antes de darnos el último baño. Almorzábamos en casa siempre. Así que a recoger los bartulos y en fila india, encendidos y cargados, volvíamos por el mismo camino a recorrer los mismos 396'5 metros que separaban nuestra casa de la tercera escalera de la Cruz del Mar y al reves, una y otra vez, los 30 días que tenía el mes. Porque en Chipiona los meses tienen 30 días... no lo explicaré.
Llegábamos tostados cual batalla hubiéramos ganado deseando darnos la ducha con la manguera regeneradora, la que escupía agua fría. A mi padre le gusta una manguera demasiado. Tanto como la impresión del que chilla ante el baño y la cara desencajada del que espera el mismo trato. Ya fresquitos, medio en cuerichi y liberados de la arenilla del culo y el salitre... se acercaba el mejor momento del día. 12 o 14 personas juntas revoltosas esperando la comida. Llégate por el pan, colgad los bañadores, a recoger el cuarto, quita la tele (teníamos tele) y no chilleis mas. Anda, poneros a cantar que aun queda un poco para el segundo turno.Que sería de nuestros veranos sin guitarra, primos, la moto del tio Juanito y muchos pies descalzos...
Teníamos una guitarra que siempre estaba en el cuarto de baño y que luego paseábamos hasta el espigón, al menos yo, para relamerme con mis soledades y quebrantos. Con Hilario Camacho.
Los veranos fueron pasando y fuimos mejorando. Así, ya los mellis con pelillos en el bigote, pasamos de ir al Alay Club, la discoteca del Hotel del Sur y cualquier otra donde poder rozarte bailando con la novieta del verano las canciones de los Bee Geebs, Michael Jackson y baladas italianas...etc. a empezar a rular por los antros de moda de cada verano.
De todo hubo. Es lo que tiene que el mayor se llevara 9 años con el menor de 8 hermanos. Mis padres nunca fueron represores (así que ya de mayores, bajaba a la playa el que le diera la gana) y si acogedores (para que se quedara a comer y dormir el que se apuntara). Luego mas amigos, y las primas, y la guitarra, y la música de los 80, y la ropa atrevida que compartíamos, y las colas para la ducha cuando el caudal del agua bajaba porque Chipiona entera se aseaba. Salíamos a las 11 de la noche.
Había 3 o 4 pubs que visitábamos casi a diario. En la Avenida de Sevilla estaban juntos La Púa y La Pala.
Y como sería un esfuerzo titánico llamar a mis primos y hermanos para recordar los nombres de los garitos, recurro a un simpático bloguero chipionero que nombra la mayoría de ellos ... así lo explica:
Hoy me ha
venido a mi memoria los bares de veranos de los años ochentas y el primer
recuerdo ha sido las aglomeraciones de juventud que se registraban en la
Avenida de Sevilla, en el mismo edificio que es hoy “Supersol”, la antigua
fábrica de alcohol Ntra. Sra. de Regla, allí en aquella época se encontraba
quizás uno de los sitios de copas más peculiares que hemos tenido en Chipiona,
primero se abrió “La Púa”, viniéndome a la mente aquel trozo delantero de un
coche “dos caballos” encima de la puerta dándonos la bienvenida, y justo al
lado “La Pala” que era de los mismos dueños, el decorado de “La Pala” era una
obra aún por terminar allí podíamos ver hormigoneras, andamios, bombos de agua,
sacos de cemento y yeso, y todo tipo de herramientas, así como sentarnos en un
monto de ladrillos rodeados de cubos de mezcla, los servicios eran dos casetas
antiguas de madera de la playa, de franjas blanca y roja, allí terminábamos
casi todas las madrugadas ya que era lo último que cerraba, recogiendo toda la
variopinta fauna nocturna.
En frente del Hotel Chipiona estaba “El no se lo digas a mama” y después se llamó “Mama ya lo sabe”, muy cerca de allí “El Kailua” y detrás “El Chiquero”, y en el antiguo cine Álvarez Quintero “La Raya”, detrás de la parada de los Amarillos entrábamos en “La Chalupa”. En los aledaños del castillo nos encontrábamos con “El Komo-Mola”, que años posteriores se denominó “El Kalamocha”, no nos podemos olvidar de que en aquella zona había dos singulares “bodegas” con mucha solera, preferencia de la juventud de aquellos momentos “El Castillito” y “La Bodeguita de Ríos” más tarde conocida por “El Pirli”, que aún hoy perduran con mucho éxito.
También en la Avenida de Sevilla podíamos visitar “El Alay” una magnifica terraza que era un gran jardín bar-discoteca, y enfrente del bingo “El Catre” y no olvidarnos de mi querido y recordado “Tarsis” donde se escuchaba la mejor música del momento.
Rememorar las noches en el “Mohama”, del “Bugui 1” y como no del “Picoco” un lugar que ha sabido adaptarse con los tiempos renovándose constantemente. Seguro estoy que se me habrá olvidado algunos de aquellos cenobios, templos y bares en los que pasábamos las noches, aquellos veranos de los ochentas, donde íbamos a ver y a ser vistos, donde disfrutábamos de nuestra adolescencia a base de bailes, risas, copas y charlas. De todas formas cada uno de nosotros puede hacer su propia lista y evocar sus anécdotas y vivencias personales, seguro que casi todos no sentiremos reflejados en ellas, porque vivíamos con gran intensidad la calle, que era una verdadera escuela de calor…
P.D. “El Respostaero”, “La Cuadra”, “El Boiro”, “El Alemán”, “El Caki”, “El Beru”, “Los Pepes”, “El Hache”, “El Shakatak”, “El Gloria”, “Villa Blanca”…
Gracias amigo, pero te digo, primo, que yo no me acuerdo ni de la mitad. Seguro que los hemos pateado todos, pues fueron muchísimos años, pero para recordarlos tendriamos que tener mas datos. El primer y único año que no pudimos veranear en Chipiona ocurrio lo de mi hermano. Augusto se fue con 19 años y lo dejó todo descolocado. Benditos años 80 y jodido aquel mes que no veraneamos.
Y así fueron pasando los años hasta que llegando los 90 se impuso la mediocridad, lo chabacano y las ordas de catetos de Trebujena, Lebrija, Las Cabezas, Utrera, Jerez y los canis sevillanos. Comenzamos a aislarnos y a quedarnos en casa acomodados.
Se acabó la autenticidad y las escapadas nocturnas en coche para hacer diabluras por las playas, las movidas con gente extraña. Y es que 3 coches con buena música llenos de golfos bien cargados de todo bajo una luna llena que invita a revolcarte por la arena... y de nuevo la guitarra y los cigarrillos liados para los mas espabilados. Bendita juventudYa quisiera yo volver a contemplar los pechos chorreando de Dominique la francesa saliendo del agua exprimiendose el pelo para que todos la vieran bajo la luna llena. Ya quisiera yo volver a entrar en casa con dos o tres hermanos descalzos para no hacer ruido y se despertara la jefa.Luego, cuando ya casados o ennoviados, recuperado el pulso del verano, comenzamos a aislarnos con nocturnidad y alevosía. Había niños pequeños y desaforo por los nuevos sitios de moda que ya no nos llamaban la atención... Así que como teníamos de todo, nos quedábamos en el porche, balcón, terraza o lo que fuera de la casa... otra vez con la guitarra. Cómo agradezco haberme criado con siete hermanos y luego aumentar el rango con un cuñado y cinco cuñadas. El divertimento estaba garantizado... Bacardi para Rafa y Carlos, Four Roses para Kisko y Javi, JB para Consu, Luis y Antonio, Beefeater para Ignacio... las cuñadas Pepa, Lola, Ana y Celia también se apuntaban y bien que se lo pasaban.... solo teníamos que ir a por dos bolsas de hielo y 20 latas.Y es que Ignacio toca de puta madre la guitarra, las canciones nos la sabemos todos, las anécdotas y chascarrillos eran de mil colores y Kisko puede estar horas contando chistes, un repertorio que a nadie desagrada. A veces veíamos el amanecer riendo y soñando conteniendo las carcajadas.Aquello se estaba llenando de nietos y ya no cabíamos en cualquier sitio. La cosa se fue apagando por imperativo y así llegó el fin de ciclo. Para siempre quedarán los recuerdos, el Moscatel, las guitarras (¿otra vez?), los 80, las noches de verano y mi padre y mi madre, que estaban todo el año ahorrando para que nosotros y quienes invitáramos nos lo pasáramos de escándalo.
Benditos veranos.
muy buen relato, me gustaria publicarlo en un libro si das tu permiso....lógicamente aparecerá la fuente de donde ha sido cogido el texto
ResponderEliminarmi nombre es Rafael Gordon y estoy termianndo un libro sobre Chipiona....mi correo es servysur2016@gmail.com telf 622418935....saludos y espero su respuesta
muy buen relato....me gustaria publicarlo en un libro que estoy haciendo sobre Chipiona....mi correo es servysur2016@gmail.com y mi telf 622418935, saludos y espero su respuesta
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