REFLEXIONES EN CLAVE ANDALUZA
Me gusta lo que dice este tío, Alfonso Lazo, porque se ha parado a pensar y nos hace reflexionar.
Sostienen los analistas que Ciudadanos ha quitado dos
escaños al PSC y uno al PP. Se comprende la pérdida del socialismo catalán,
porque el partido de Arcadi Espada y Boadella recolecta los votos de la
izquierda que no quiere dejar de ser española. Y pierde también Piqué, porque
se empeña en ser la derecha catalanista cuando ese puesto ya está ocupado por
los herederos de Pujol. En todo caso, el fenómeno de Ciutadans resulta tan
agradablemente traumático en nuestra democracia que comentaristas y artículos
de opinión se preguntan si puede ser exportable y a quién quitaría los votos.
Por ejemplo, en Andalucía.
Gracias a Dios, en Andalucía, no tenemos problema
nacionalista. Pero tenemos problemas de régimen. No puede ser de otra manera
tras 25 años de gobierno del mismo color. Un régimen de conservadurismo
extremo, ya que después de tanto tiempo la permanencia en el poder se convierte
de necesidad en el único proyecto. Todo controlado y silenciado a golpe de
subvenciones, exclusión de disidentes, reparto de globitos y severas
advertencias. Un sistema que mantiene bajo mano a los sindicatos, a los
empresarios, a los medios de comunicación, a los rectores de Universidad, a las
manifestaciones culturales. Cuando se apruebe el nuevo Estatuto, también los
jueces quedarán en observación gubernativa. Incluso el sueño de todo régimen,
dictar la verdad científica y académica, está a punto de hacerse realidad: la
secretaria de Igualdad del PSOE de Andalucía acaba de expresar en público el
deseo de que, al hilo del texto estatutario, pronto sea modificado el
Diccionario de la Real Academia para darle un contenido de «género». Siempre
ocurre: primero se manipula la Historia (recomiendo el delicioso artículo de la
profesora María Elvira Roca Barea, publicado en este periódico el pasado
domingo, sobre delirios históricos andalusíes subvencionados por la Junta), a
continuación se depura el Diccionario y, por fin, se restaura el Santo Oficio;
aunque dicho oficio sea laico ahora. De modo que en Andalucía hay tela que
cortar para estos salutíferos Ciudadanos si aparecen por aquí.
Ocurre, sin embargo, que ya el Partido Popular, en su papel
de oposición, combate al régimen. ¿Puede entonces quitarle votos el Partido de
los Ciudadanos? No lo creo.
Ni en Andalucía, ni en
España existen a estas alturas diferencias reales entre izquierdas y derechas.
Pero la terminología continúa viva y, en pueblos emotivos, arrastra una fuerte
carga simbólica. Así que seguimos llamando izquierda a lo que fue izquierda
alguna vez; e igual ocurre con la derecha. Entre los andaluces, imágenes y
símbolos pesan mucho y tienen consecuencias electorales. El votante del PSOE,
que se ve a sí mismo hombre de izquierdas, por muy desilusionado que esté con
la gobernación de la Junta nunca votará al PP, pues lo percibe como
históricamente de derechas; todo lo más, se queda en casa el día de las
elecciones. El Partido Popular sólo puede ganar en caso de una
fortísima abstención.
Ahora bien, si Ciudadanos –partido de izquierda– desembarca
entre nosotros y empieza a remover el agua de la pecera oxigenándola un poco
–«estanque dorado» llama Eugenio Trías a Cataluña–, los abstencionistas del
PSOE, ya sin complejos, pueden votarle. Al contrario de cuanto imagina Piqué,
en Andalucía Ciudadanos y populares, lejos de competir por un mismo terreno de
caza, serían complementarios. Quien debe temer entonces la arribada de
Ciudadanos no es el Partido Popular, sino Susana Díaz.
ALFONSO LAZO.
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