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jueves, 29 de agosto de 2013

IGUAL O PEOR QUE EL NACIONALISMO





 REFLEXIONES EN CLAVE ANDALUZA

Me gusta lo que dice este tío, Alfonso Lazo, porque se ha parado a pensar y nos hace reflexionar.

Sostienen los analistas que Ciudadanos ha quitado dos escaños al PSC y uno al PP. Se comprende la pérdida del socialismo catalán, porque el partido de Arcadi Espada y Boadella recolecta los votos de la izquierda que no quiere dejar de ser española. Y pierde también Piqué, porque se empeña en ser la derecha catalanista cuando ese puesto ya está ocupado por los herederos de Pujol. En todo caso, el fenómeno de Ciutadans resulta tan agradablemente traumático en nuestra democracia que comentaristas y artículos de opinión se preguntan si puede ser exportable y a quién quitaría los votos. Por ejemplo, en Andalucía.

Gracias a Dios, en Andalucía, no tenemos problema nacionalista. Pero tenemos problemas de régimen. No puede ser de otra manera tras 25 años de gobierno del mismo color. Un régimen de conservadurismo extremo, ya que después de tanto tiempo la permanencia en el poder se convierte de necesidad en el único proyecto. Todo controlado y silenciado a golpe de subvenciones, exclusión de disidentes, reparto de globitos y severas advertencias. Un sistema que mantiene bajo mano a los sindicatos, a los empresarios, a los medios de comunicación, a los rectores de Universidad, a las manifestaciones culturales. Cuando se apruebe el nuevo Estatuto, también los jueces quedarán en observación gubernativa. Incluso el sueño de todo régimen, dictar la verdad científica y académica, está a punto de hacerse realidad: la secretaria de Igualdad del PSOE de Andalucía acaba de expresar en público el deseo de que, al hilo del texto estatutario, pronto sea modificado el Diccionario de la Real Academia para darle un contenido de «género». Siempre ocurre: primero se manipula la Historia (recomiendo el delicioso artículo de la profesora María Elvira Roca Barea, publicado en este periódico el pasado domingo, sobre delirios históricos andalusíes subvencionados por la Junta), a continuación se depura el Diccionario y, por fin, se restaura el Santo Oficio; aunque dicho oficio sea laico ahora. De modo que en Andalucía hay tela que cortar para estos salutíferos Ciudadanos si aparecen por aquí.

Ocurre, sin embargo, que ya el Partido Popular, en su papel de oposición, combate al régimen. ¿Puede entonces quitarle votos el Partido de los Ciudadanos? No lo creo.

Ni en Andalucía, ni en España existen a estas alturas diferencias reales entre izquierdas y derechas. Pero la terminología continúa viva y, en pueblos emotivos, arrastra una fuerte carga simbólica. Así que seguimos llamando izquierda a lo que fue izquierda alguna vez; e igual ocurre con la derecha. Entre los andaluces, imágenes y símbolos pesan mucho y tienen consecuencias electorales. El votante del PSOE, que se ve a sí mismo hombre de izquierdas, por muy desilusionado que esté con la gobernación de la Junta nunca votará al PP, pues lo percibe como históricamente de derechas; todo lo más, se queda en casa el día de las elecciones. El Partido Popular sólo puede ganar en caso de una fortísima abstención.

Ahora bien, si Ciudadanos –partido de izquierda– desembarca entre nosotros y empieza a remover el agua de la pecera oxigenándola un poco –«estanque dorado» llama Eugenio Trías a Cataluña–, los abstencionistas del PSOE, ya sin complejos, pueden votarle. Al contrario de cuanto imagina Piqué, en Andalucía Ciudadanos y populares, lejos de competir por un mismo terreno de caza, serían complementarios. Quien debe temer entonces la arribada de Ciudadanos no es el Partido Popular, sino Susana Díaz.
  
ALFONSO LAZO.

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