100 EUROS POR BARBA
Algo te indicaba que el nuevo tiempo traería problemas a la larga, y fue cuando empezaste a observar que mucha gente creía que la democracia era poder hablarles de tú al médico, al maestro, al cura, al alcalde y al cabo de la guardia civil, entrar sin llamar a cualquier dependencia municipal, plantearle un problema al alcalde cuando éste estuviera con su familia tomando una cerveza en una terraza de domingo... De pronto, gente que era muy cumplida con el usted o el Don o la Doña... creyó que la igualdad no era tanto tener las mismas oportunidades que otro, sino hacer propio lo ajeno y, de camino, desquitarse como si ésto fuera un turno de desquites.
Un concejal que se cree que su cargo le da derecho a un bien público, el empleado municipal que criticaba al régimen y fotocopia todos los folios que necesiten sus hijos, o hace de su despacho una oficina particular donde abusa del ordenador, la luz, el teléfono y lo que haga falta.
Que la UGT pagara una mariscada con dinero de una subvención de la Junta, no es, por desgracia, raro por más despropósito que sea. Esa mariscada viene del concejal que organiza unas jornadas, hace unos encargos para tener unos detalles con los ponentes y, como le gustan, se queda algunos para él. Viene del empleado que todo lo particular que puede hacer a costa del ayuntamiento lo hace.Viene del concejal que llega a la feria a la caseta municipal y se pone a invitar a todos sus compromisos por cuenta del ayuntamiento, y viva la democracia. Esos mariscos llevamos treinta años pagándolos entre todos.
Estos sindicalistas de ahora, que tantas cacerolas han aporreados en las casas de otros, no tienen mas escapatoria ya que la confusión, el enredo y el contraataque basto. La factura de la mariscada en un restaurante de Sevilla es tan asqueante que los ugetistas tendría que estar ahora debajo del colchón, el lugar donde su compinche Juan Lanzas tenía afanados los billetes de 500 que había robado a los parados andaluces. La consecuencia de tantos años de impunidad es que estos bravucones que comiendo marisco se han cargado la clase obrera, no solo no se avergüenzan, sino que atacan.
Una comilona de 100 euros por cabeza la pagamos todos y no tiene importancia. Me pregunto si estos defensores de los obreros habrán pagado con cargo a su bolsillo alguna vez en su vida esa cantidad.
La gente que preconiza la lucha contra la reforma laboral y después despide a sus trabajadores aplicándoles hasta la última cláusula no merece representar unos ideales tan decentes. Y es que comen como borricos a escondidas a costa del pueblo, que es muy bonito.
ANTONIO GARCIA BARBEITO Y ALBERTO GARCIA REYES.
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