Aleix Vidal-Cuadras.-
Hemos pasado de estar adoctrinados a ser blandamente administrados por funcionarios .
España padeció entre 2004 y 2011 siete años de gobierno basado en la
ideología. El anterior Secretario General del PSOE y su equipo de
asesores y consejeros áulicos posmodernos adscritos al pensamiento débil
pretendieron cambiar la mentalidad colectiva de los españoles mediante
una pócima que mezclaba la teoría de género, el pacifismo, el
ecologismo, el laicismo y el multiculturalismo en proporciones variables
dependiendo del asunto y la ocasión, acompañada de ingredientes
aromáticos que disimulaban su sulfúrico hedor bajo el perfume del
buenismo seráfico y la falsa disposición al diálogo.
Este brebaje
corrosivo, unido a un sectarismo implacable, destruyó la unidad
nacional, la competitividad de la economía y la conciencia moral
pública. Admirable logro en tan poco tiempo y a cargo de un personaje
tan liviano, la verdad.
La ciudadanía, desesperada por la crisis y
consciente de la mercancía averiada que había comprado anteriormente con
tanto entusiasmo, se entregó masivamente en brazos de la alternativa,
que le prometió otro enfoque ideológico... una receta liberal-conservadora
apoyada en valores fuertes, promotora del esfuerzo, del mérito, de la
austeridad, del imperio de la ley, de las libertades individuales y del
protagonismo de la sociedad frente al Estado.
Hoy su decepción iguala a
la que sufrió tras el disolvente período zapateril. El actual Ejecutivo
ha sustituido el agresivo esquema conceptual de su predecesor en La
Moncloa por una administración continuista e indolente del statu quo que
ha recibido pasivamente un legado autocalificado como progresista
realizando cambios mínimos y renunciando a enderezar errores
sustanciales. Hemos pasado de estar intensamente adoctrinados por
iluminados irresponsables a ser blandamente administrados por
funcionarios apáticos.
Un componente esencial de la gran desilusión que atenaza al cuerpo
electoral radica es la constatación amarga de que la falta de honradez
en los comportamientos de los responsables públicos ha sido durante
décadas escandalosamente transversal y que la partitocracia que nos
arruina es un modelo compartido al unísono por las dos principales
fuerzas políticas de ámbito nacional. La buena gente de nuestro país,
que afortunadamente son la inmensa mayoría, reclama a gritos una
transformación profunda de un sistema agonizante y podrido. No se trata
tanto de que espere una nueva oferta doctrinal cerrada y
omnicomprensiva, sino de que alguien le proponga una vía de escape al
callejón sin salida en el que nos hemos metido. Los votantes ya no
desean más ideologías, se conforman simplemente con estar gobernados por
personas con principios.
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