CAMBIO MI ESPADA POR LA PLUMA

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domingo, 27 de octubre de 2013

PRINCIPIOS E IDEOLOGÍA



 Aleix Vidal-Cuadras.-



Hemos pasado de estar adoctrinados a ser blandamente administrados por funcionarios .

    España padeció entre 2004 y 2011 siete años de gobierno basado en la ideología. El anterior Secretario General del PSOE y su equipo de asesores y consejeros áulicos posmodernos adscritos al pensamiento débil pretendieron cambiar la mentalidad colectiva de los españoles mediante una pócima que mezclaba la teoría de género, el pacifismo, el ecologismo, el laicismo y el multiculturalismo en proporciones variables dependiendo del asunto y la ocasión, acompañada de ingredientes aromáticos que disimulaban su sulfúrico hedor bajo el perfume del buenismo seráfico y la falsa disposición al diálogo.

   Este brebaje corrosivo, unido a un sectarismo implacable, destruyó la unidad nacional, la competitividad de la economía y la conciencia moral pública. Admirable logro en tan poco tiempo y a cargo de un personaje tan liviano, la verdad. 

  La ciudadanía, desesperada por la crisis y consciente de la mercancía averiada que había comprado anteriormente con tanto entusiasmo, se entregó masivamente en brazos de la alternativa, que le prometió otro enfoque ideológico... una receta liberal-conservadora apoyada en valores fuertes, promotora del esfuerzo, del mérito, de la austeridad, del imperio de la ley, de las libertades individuales y del protagonismo de la sociedad frente al Estado.

 Hoy su decepción iguala a la que sufrió tras el disolvente período zapateril. El actual Ejecutivo ha sustituido el agresivo esquema conceptual de su predecesor en La Moncloa por una administración continuista e indolente del statu quo que ha recibido pasivamente un legado autocalificado como progresista realizando cambios mínimos y renunciando a enderezar errores sustanciales. Hemos pasado de estar intensamente adoctrinados por iluminados irresponsables a ser blandamente administrados por funcionarios apáticos.


   Un componente esencial de la gran desilusión que atenaza al cuerpo electoral radica es la constatación amarga de que la falta de honradez en los comportamientos de los responsables públicos ha sido durante décadas escandalosamente transversal y que la partitocracia que nos arruina es un modelo compartido al unísono por las dos principales fuerzas políticas de ámbito nacional. La buena gente de nuestro país, que afortunadamente son la inmensa mayoría, reclama a gritos una transformación profunda de un sistema agonizante y podrido. No se trata tanto de que espere una nueva oferta doctrinal cerrada y omnicomprensiva, sino de que alguien le proponga una vía de escape al callejón sin salida en el que nos hemos metido. Los votantes ya no desean más ideologías, se conforman simplemente con estar gobernados por personas con principios.

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