ESTA ES LA AMENAZA DE
IZQUIERDA UNIDA
Debemos
agradecer a Izquierda Unida que en el borrador de su programa ponga en
negro sobre blanco su intención de ceñirse al derrotero totalitario que
le marca su ADN comunista. En el capítulo B sobre Derechos y Libertades, el
punto 1 promete desarrollar una acción persistente contra el racismo, la
xenofobia, el ultranacionalismo, el chauvinismo, el fascismo, el anticomunismo,
la homofobia y cualquier otra forma de discriminación.
Mentiras flagrantes
Solo quien
desconozca los entresijos de los conflictos que pudrieron las relaciones entre
comunistas rusos, chinos y africanos durante el siglo pasado se puede tragar la
patraña de que esta ideología no tiene una fuerte carga racista; quien ignore
el papel capital que desempeñó ayer nomás el historiador comunista Josep
Fontana en la propagación del odio entre catalanes y españoles puede imaginar a
este partido libre de contaminaciones xenófobas, ultranacionalistas y
chauvinistas; y quien haya olvidado los pactos entre nazis y comunistas puede
confundir el comunismo con una barrera contra el fascismo. En cuanto a la
homofobia… es cierto que en los países democráticos ha habido discriminaciones
y abusos, pero sólo los regímenes comunistas y nazis y las satrapías islamistas
y africanas montaron campos de concentración y exterminio para homosexuales.
En medio de
esta nube de mentiras flagrantes que subestiman la inteligencia de los
ciudadanos a los que se pretende embaucar con un discurso demagógico antes de
las elecciones europeas, aflora la única promesa verídica y creíble del
programa: los comunistas van a desarrollar una acción persistente contra el
anticomunismo. ¡Chocolate por la noticia! Si esto es lo que han hecho en todos
los países donde impusieron su dictadura. Ellos y los nazis comparten la
política de partido único en el marco de un Estado totalitario, con controles
policiales sobre todos los ciudadanos, con gulags y campos de exterminio para los
opositores. Con una peculiaridad: es la cúpula del poder la que decide, en
ambos casos, quiénes son los auténticos comunistas y los auténticos nazis, y a
los heterodoxos les reservan la misma suerte que a liberales y
socialdemócratas. En el bando comunista: estalinistas contra trotskistas,
maoístas contra revisionistas. En el bando nazi: SS de Hitler contra SA de
Ernst Rohm. Patíbulo tras los Juicios de Moscú contra los viejos bolcheviques.
Noche de los Cuchillos Largos tras la cacería de nazis radicales.
Si Izquierda
Unida manotea una cuota importante de poder no será fácil hacer campaña contra
el comunismo ni reclamar el auténtico derecho a decidir en elecciones
parlamentarias libres. ¿A qué medios recurrirán para reprimir el
anticomunismo? ¿Habrá checas como las hubo durante el breve periodo en que
sus próceres mandaron en Barcelona? Si así fuera, también lo pasarán mal los
antisistema y los anarquistas, porque los comunistas son gente de orden. De su
orden totalitario, pero orden al fin. Solo fomentan el caos cuando les allana
el camino al poder dictatorial. En Corea del Norte, China, Cuba y Venezuela no
toleran protestas ni manifestaciones. ¿Convertirán a la Guardia Civil en la
KGB, a los Mossos en la Stasi? Y el Gulag, instrumento de disuasión indispensable
para poner en vereda a los anticomunistas recalcitrantes, ¿estará en Miranda de
Ebro, en homenaje al último campo de concentración del franquismo?
El vientre de la bestia
Para
extirpar la plétora de libros y documentos sobre los que descansa la justificación
del anticomunismo, los nuevos inquisidores deberán desarrollar una labor
titánica en bibliotecas y hemerotecas, idéntica a la que desarrollaron, en
busca de otros materiales, sus colegas nazis. El fuego purificador consumirá
esos breviarios de anticomunismo que son las obras de Aleksandr Solyenitsin,
George Orwell, André Gide, Raymond Aron, Arthur Koestler, Albert Camus, Ignazio
Silone, Jorge Semprún, Jean-François Revel, François Furet, Guillermo Cabrera
Infante, Severo Sarduy, Mario Vargas Llosa y los numerosos intelectuales que se
familiarizaron en el vientre de la bestia con las miserias del comunismo y se
sintieron obligados a denunciarlas. El no va más del horror es, por supuesto, El
libro negro del comunismo (Ediciones B, 2010), donde Stéphane Courtois y otros
excomunistas franceses hacen el balance, bien documentado, de los cien millones
de víctimas que los verdugos marxista-leninistas dejaron en el mundo a lo largo
del siglo XX. Ocupará un lugar de privilegio en la hoguera que montarán los
pirómanos ejecutores del programa de IU para combatir el anticomunismo.
Los
comunistas abominan de todas las campañas encaminadas a divulgar documentos y
testimonios que ayudan a reforzar el argumentario anticomunista, y si bien en
las sociedades cerradas donde ellos son todopoderosos el Gulag puede silenciar
a los disidentes, sus esfuerzos por ocultar la verdad en las sociedades
abiertas terminan en escándalos que los cubren de oprobio.
Antinazis y anticomunistas
Mientras que
otro régimen totalitario del siglo XX como es el nazismo ha sido condenado
internacionalmente y los autores de estos crímenes juzgados, crímenes similares
cometidos en nombre del comunismo nunca han sido objeto de investigaciones ni
de condena internacional alguna.
Si nos
situamos en una perspectiva histórica, el comunismo ocupa un lugar central:
duró mucho más tiempo, comenzó antes y se extinguió más tarde; se extendió a
todos los continentes de la tierra y no solo al centro de Europa; provocó un
número de víctimas mayor aun. Desde el punto de vista del presente, su condena
es también de mayor actualidad: la mistificación que operó es más poderosa, más
seductora, desenmascararla es más urgente. Pero un evidente desequilibrio
caracteriza los juicios oficiales sobre ambos regímenes: dejando aparte algunos
marginales, el de los nazis es unánimemente estigmatizado, mientras que el
comunismo goza aún de buena reputación en círculos mucho más vastos (como, en
Francia, su variante trotskista). El antifascismo es de rigor, el
anticomunismo sigue siendo sospechoso. En Francia o Alemania, el negacionismo
es un crimen castigado por la ley; la negación de los crímenes comunistas,
incluso el elogio de la ideología que los presidió, es perfectamente lícita.
El nazismo
dejó tras de sí 20 millones de muertos y el comunismo 100 millones, lo que los coloca a ambos al
margen de la civilización. La decencia más elemental nos obliga a ser tan
anticomunistas como antinazis, aunque Izquierda Unida nos amenace a los
anticomunistas con el Gulag resucitado.