HOY ES
VIERNES DE DOLORES
Dolores, Dolores... ¿Con qué te lavas la cara que siempre
hueles a flores? Hoy es Viernes de Dolores y el azahar se impone. Hoy mi
tristeza no es pasajera porque mi primito vuelve a tener fiebre de la
verdadera. Hoy con más razón que nunca expongo mi dolor y decepción donde
únicamente se respeta y me garantizan la libertad de expresión. Con educación. A
toro pasado es fácil hablar de la Semana Santa 2014, por eso lo hago antes de
que empiece. Y no crean que corro riesgo alguno de errar con mis predicciones
no meteorológicas porque tengo la certeza de que, desgraciadamente, la
tendencia de esta última década no deja lugar a dudas y certificará la mayoría
de mis letras. Hoy es Viernes de Dolores y estoy cocinando espinacas con garbanzos,
potaje de vigilia y langostinos con coles. El bullicio que se palpa, los
pintores terminando las faenas, el montaje de la insultante estructura para la
nueva Carrera Oficial, la algarabía de los chiquillos que ya hoy no estudian,
los parches de última hora y las alfombrillas blancas bajo los naranjos... me
han hecho recordar la grandeza de este día que siempre disfruté con la visión
infantil de quien sustituye el cole por una semana festiva de vacaciones. Qué
emocionante todo lo que venía por delante.
Ahora me resulta cuando menos chocante el hecho de saber y
temer, de nuevo, que va a pasar lo mismo de siempre, que me sonrojaré con lo
poco que vea y que tendré que morderme la lengua (mentira, protestaré) cuando
me indigne el cachondeo con el que se exhiben algunos que siguen empeñados en
perpetuar una conducta chabacana que, por consentida, cada vez se aleja más del señorío y la
elegancia que presumimos tener. Y es que a mi entender, esta liturgia no se
desarrolla de manera que podamos estar orgullosos. Las torrijas tienen más
encanto y no hacen tanto daño como los tontos de capirote que ridiculizan estos
días señaladitos desde hace años. Estamos permitiendo que se adueñen de la
Semana Santa una infantería de frikis que no pretenden engrandecerla sino
sumirla en la mediocridad. El guión impuesto por estos recién llegados con el
consentimiento de la sociedad utrerana y la poca voluntad o capacidad del
Consejo de Hermandades y Cofradías para poner remedio a este declive (el mismo
que ha diseñado la excluyente barrera en la Plaza del Altozano), me concede
poco margen para equivocarme en mi augurio de que, otro año igual, volverá a
decepcionar a muchísima gente.
Que conste que nunca me quejo de la devoción, el sentimiento
interior de cada uno y la convicción religiosa de quienes llevo toda la vida
respetando e incluso defendiendo. Por eso no entiendo que nadie ponga remedio. Que
conste que me quejo de la exposición y exhibición festiva, plebeya y folclórica
de un sector dominante que va imponiendo la catetez, el bochorno y el mal
gusto. Están todo el año abonando y fomentando tales propósitos mientras se van
incorporando nuevas hordas calcadas que no entienden de caridad, hermandad,
sacrificio o solidaridad. Son los que rivalizarán con las bandas de música y
los costaleros del paso de en frente. Pique, rivalidad y poco más. Parece un pacto tácito para que los
asaltahermandades sin vocación cortos de mentalidad y moralidad ocupen ruidosamente
todo el protagonismo, haciendo parecer que tal invasión sea natural porque es la
renovación generacional... por las que hilan. No hablemos hoy de política.
Soportaremos los mismos desplantes de las mismas hermandades
que no respetan reglas o protocolo alguno y toman la calle de forma
irresponsable para hacernos sufrir un desfile casi anárquico, con retrasos
injustificados y lucimientos tan alargados que delatan que no hubo ningún intento
de coordinación, pues hay que ser muy torpe para partir una procesión en tres
trozos y que tarde una hora y media en pasar. Y es que hay desfiles en los que
yo, junto a otro más tonto que yo, lo coordinaría con un teléfono móvil o
incluso a voces. Si con doscientos y pico nazarenos, ocho regidores y la
tecnología a tu disposición se monta el caos, es que no hay voluntad de hacer
las cosas bien. Seguimos: un nazareno (penitente), por muy pequeño que sea, no
puede estar con su capirote desubicado (cuando no en manos de su madre o novia)
comiéndose un bocadillo con una lata de refresco una hora después de la salida,
ni abandonar la fila cada vez que le dé la gana. Igualmente, un costalero no puede estar
paseando sus tatuajes por medio de toda la procesión como si viniera de coronar
el Everest. Por no hablar del absurdo
parón para el bocadillo de quienes llevan tres horas haciendo lo que más les
gusta mientras la Cruz de Guía sigue avanzando porque de lo del latigazo en el
bar dejando al paso abandonado nadie le ha informado. Un búcaro, señores, y el
que quiera un tentempié que lo tome en silencio durante los relevos. Un capataz
chillando las tres frasecitas famosas como un poseído buscando el aplauso fácil
del pueblo entregado no debería ser motivo de éxtasis general... Pacoo, te voy
a llamar, llama cuando quieras, a eeeeeesta es!!! Plaf... una ovación otra vez.
Así todo el tiempo. ¿No se cansan? ¿Nadie se desmarca? Cómo se nota cuando hay
un mayoral serio que no busca su propio lucimiento.
En Sevilla procesionan siete a la vez con recorridos de
seis, ocho u once horas cada una y salen las cosas bien. Aquí podemos ver (lo
penoso es que nos resulte normal) a una urna esperando una hora para entrar en
el Ayuntamiento mientras una Dolorosa está aún bailoteando por Santa María para
regocijo de unos pocos. Una única procesión, con el pueblo a sus pies sin
impedimento alguno, cortada por la mitad con cientos de metros de por medio porque
a alguien le da la gana.
Ya me lo dice prudentemente en voz baja y con la cautela y
elegancia de las que él hace gala, mi querido Alfonso... "seguimos estando a años luz
de Sevilla". Me tira levemente del brazo y me susurra al oído para
no molestar a nadie... "esto no lo arregla nadie".
Y es que uno se cansa de tanta mediocridad y jolgorio pueblerino. No hay nada
de esplendoroso o sublime si, después de quejarnos de los meapilas, capillitas
y devotos cristianos, consentimos que se impongan el desorden, las modas
catetas, los frikis y el mal gusto que todo ello conlleva. Esto, señoras y
señores, se está convirtiendo en un show sin sentido con la inestimable
colaboración del público irrespetuoso que se enmaraña y circula dentro de las
filas. Se nos ha olvidado que un desfile procesional es un acto de penitencia y
que lo que se conmemora y escenifica es
la pasión y muerte de Jesucristo, y no una cabalgata donde se imponen los
feriantes y su lucro.
Tras la última corrección gramatical antes de darle al intro
y enviar mi artículo, ya no es Viernes de Dolores y no merman ni mi tristeza
que no es pasajera por la fiebre de mi primito, ni caducan mis vaticinios, sino
que aumentan mis temores a que volvamos a hacer el ridículo. Corto y cierro
estos comentarios cuando va a salir la Borriquita... bueno, antes del
Betis-Sevilla. Aquí sí que podría haber alguna grata sorpresa para el equipo
peor ya que en nuestro campo nos metió dos. Pero, desgraciadamente, la única
novedad o sorpresa que podría suceder durante esta Semana Santa es que,
comparada con la del año anterior, aún resulte peor.
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