OTRO ESCÁNDALO DE LA MAFIA SINDICALISTA
ESTO LLEVAN DÉCADAS HACIÉNDOLO
IMPUNEMENTE EN NUESTRAS NARICES
Se llama José Miguel Montoro, trabajó en la UGT hasta que le
despidieron, hace ocho años y no tiene ningún problema en autoinculparse con
tal de sacar a la luz las irregularidades del sindicato. «Tengo un título de un curso de técnico en prevención de riesgos
laborales, de 300 horas presenciales, al que no asistí». revela el ex
sindicalista, quien también acusa a la organización de pagar en B. «Yo me
autoinculpo y digo cómo se hacían las cosas». José Miguel Montoro Ruiz Míchel,
55 años, habla sin tapujos con EL MUNDO de las presuntas irregularidades que se
cometen en el seno de la UGT. El sindicato le despidió hace ocho años y Míchel
acudió a un tribunal para denunciarlo, pero sin éxito. Incluso, remitió un
escrito a la Agencia Tributaria para dar detalles de una presunta contratación
fraudulenta por parte de UGT, pero nunca tuvo respuesta de este organismo.
Míchel empezó a recibir llamadas de teléfono anónimas y tuvo
que abandonar su hogar en Novelda (Alicante) -tiene mujer y tres hijos- para
emigrar a otro pueblo, del que prefiere no revelar su nombre y donde lleva dos
años viviendo. «Desde entonces, nuestra vida no ha ido nada bien. Estoy en una
lista negra y no puedo trabajar en ninguna empresa de la construcción, porque
en el momento que aparece mi nombre salta una alarma y me dicen que no puedo
seguir». «Se contratan personas allegadas que no puedan irse de la lengua»
Este sindicalista fue secretario de Organización de MCA-UGT
en la comarca del Valle del Vinalopó y la Montaña, en Alicante, además del
responsable de Acción Sindical y el encargado de organizar cursos de formación
para delegados sindicales. Estuvo vinculado a UGT durante 22 años y presenció
«muchas, muchas situaciones irregulares».
-¿Se cometían irregularidades en la realización de los
cursos? - Sí, claro. Los cursos conllevaban unos gastos y había veces que
terminábamos a mediodía y no nos quedábamos a comer. Pero como había que
justificar una serie de gastos, yo, cuando iba a un restaurante, pedía una nota
por 30 o 40 menús, cuando estaba comiendo yo solo. Esa nota se pasaba a Madrid.
José Miguel responde sin miedo, pese a haber sido el
responsable de la programación de esos cursos. Es más, reconoce que, a veces,
se buscaban personas de confianza para que actuasen como alumnos y poder
justificar las ayudas que llegaban para formación. «El hecho es que hay
ocasiones en las que no se hacían todos los cursos solicitados, y para no
devolver el dinero conseguido se buscaba a afiliados de otras comarcas para que
cumplimentaran la información, ya que si no justificas la ayuda, el dinero hay
que devolverlo».
- ¿Por qué permitía que se firmasen cursos que no se
realizaban? -Porque estaba en un engranaje donde todas las piezas tenían que
encajar. Si tú eras díscolo y esa pieza no encajaba bien, lo que se hacía era
apartar la pieza, es decir, cambiar la pieza por una nueva. Estabas inmerso en
ese mercadeo.
- El dinero que llegaba para esos cursos ¿era dinero público?
- Por supuesto. Podían venir financiados por el Gobierno autonómico, por
el Gobierno central, incluso se podía dar la paradoja de que viniesen
financiados por la Unión Europea. Al sindicato de Valencia se le llegó a pedir
la devolución de dinero porque no podía justificarlo
Míchel cuenta que por cada curso podía haber 15 alumnos y
que, «a veces, se hacía la jornada continua y se terminaba a las tres [del
mediodía] para evitar gastos», ya que «cuanto más justifiques, pero menos
gastes, el beneficio siempre es mayor», advierte.
- ¿Cuánto se puede sacar por un curso de formación?
- Mucho dinero
- ¿Eso cuánto es?
- Depende del curso. Por ejemplo, técnico en
prevención de riesgos laborales, nivel intermedio, es un curso de unas 600
horas. Yo tengo un título de este curso, de 300 horas presenciales, y yo no he
asistido. Este curso no es verdad. Yo no he estado allí presente para tener
esta titulación, pero la tengo. A mí se me dijo: 'Aquí tienes una plaza, si
quieres el título, firma como si hubieses venido todos los días y lo tienes'.
Me tiré una tarde firmando papeles de días y días. El curso se financió con
fondos de la Unión Europea. «Este curso tenía un coste importante», prosigue
Míchel, que detalla que por cada alumno que terminara el curso eran unas
266.000 de las antiguas pesetas, es decir, unos 1.600 euros por cada persona.
El curso se realizó en la sede de UGT de Alicante, en junio de 2003.
- En estos años que tuvo un cargo en el sindicato, ¿se
cometieron más irregularidades?
- Sí, por supuesto. Tener personas contratadas a media jornada que
estaban trabajando todo el día. Una parte del salario se les pagaba en limpio,
con la nómina, y la otra parte se les pagaba en negro, más unos complementos.
- Ese presunto dinero en negro ¿de dónde salía? -De muchos sitios, pero
hay que pensar que salía de la formación.
El proceso de contratación dentro del sindicato se basa en
buscar a personas «muy allegadas, un familiar o un amigo, alguien de confianza
que después no pudiera irse de la lengua y contar las intimidades y lo que se
hacía», denuncia Montoro, que asegura que «cuando se hacía este tipo de
irregularidades se usaba a gente así, gente que no pudiera hablar».
Míchel optó por hablar y contar lo que sabe y lo que vio
cuando estuvo en UGT. En este sentido, no pasa por alto el caso de los ERE
destapado en Andalucía. «El caso de los ERE es una práctica habitual y
cotidiana en el sindicato»
«A mí no me suena de
nuevas, porque eso ya se estaba haciendo», asegura. «Lo que está saliendo a la
luz en Andalucía es algo que se está haciendo en otros sitios y se ha hecho en
otros sitios, aunque no a ese nivel tan elevado y con tantas personas
implicadas. Hay gente que dentro de esa negociación se lleva siempre un dinero.
Es una práctica habitual y cotidiana».
- ¿Cómo permitía todo esto?
- Si no lo hacía, no podía continuar.
«Estoy convencido
de que las conoce». Así responde 'Míchel' cuando se le pregunta si cree que
Cándido Méndez es consciente de las presuntas irregularidades que afloraron en
el seno de UGT. Es más, no duda al asegurar que «cualquier persona que haya estado
en el sindicato durante un tiempo, con un cargo de responsabilidad, sabe lo que
se está haciendo dentro. Y quien diga que no, está mintiendo». Este ex
sindicalista reconoce que UGT «tiene una estructura bastante compleja, donde
cada sindicato se supone autónomo, pero todo se supedita a lo que dictamina el
confederal». La comunicación en la estructura de UGT se rige de la siguiente
manera, atendiendo a la descripción que realizó a este diario José Miguel
Montoro: «Se canaliza como en un régimen militar, de una escala inferior, a una
superior. Del sindicato comarcal pasa al regional -en este caso, el
valenciano-; de ahí, a los máximos responsables de la organización en Madrid; y
de ahí, al confederal». «Es como una dictadura. Nadie sale del sillón, todos mueren
en la cama y Cándido Méndez dice que morirá en la cama».
MARISA RECUERDO.
Madrid
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